Trémula se volvió la roca,
en espera de pronunciar un grito.
Las aves de musicales notas,
se cobijaron y silenciaron.

En la atmósfera la presencia,
en el alma la certeza,
todos sabiendo y callando.
Callando la pregunta, de si será el final.

El verdadero cristiano en ausencia;
del mundo, el incienso agotado;
sólo lámparas que no iluminan,
entre ciegos por orgullo, quedaron.

Fatídico de las gentes el diálogo,
cuando el corazón con Cristo ausentado,
se llenó odiando el vacío,
de todos los vicios fácilmente hallados.

Las rocas comenzaron entonces a gritar,
y lo más alejado del cielo en lloro,
la humanidad, bajo tierra se fue a refugiar.

“¡Arrepiéntete de tu maldad!” dijeron.
En gritos y susurros,
con terremotos más rumores de guerras,
una señal se escuchó de lejos,
y comenzó la ultima gran cosecha.