La fea mancha que siempre queda,
desconcertadamente inmune de ser borrada,
prendida al material; sólo morirá,
en lo posible, cuando éste de ser dejara.
Suciedad se acumula en rincones,
oscuros o aun claros en las habitaciones.
En limpieza batalladora, en el trabajo fiel,
en guerra con lo sucio, siempre se le combate.
Pero el problema es: renace, vuelve;
y en la vida espiritual, a veces, lo mismo acontece
con manchas que en la persona persisten.
Aunque Jesús, la ultima palabra posee.
En la batalla por la santidad de los días.
Esa, que años se continua y termina;
si desprevenido uno se queda, con la caída,
que intenta de apoco apartar de la senda…
¡Despertar, estar atento! ¡No quedar relajado¡
Jesucristo extiende su mano y llama,
nunca la conciencia se duerma aceptando lo incorrecto.
¡La caída, ni siquiera cerca!