«Padre, gracias por brillar con la luz del Espíritu Santo en mi corazón y revelarme las áreas de atadura donde necesito ser liberado/a. No permitas que mi orgullo ni nada que haya en mi, me impida recibir tu sanidad y liberación. Me humillo ante ti y confieso mis pecados. (Nombre las áreas de pecado que desea confesar en voz alta, las que el Espíritu Santo le revele).
Renuncio al pecado de _______ y declaro que no tendrá más dominio sobre mi. Cierro la puerta por donde el enemigo ha logrado entrar y te pido que selles esas áreas con la sangre de Jesús.
Espíritu Santo, ayúdame a centrar mis pensamientos en las cosas de Dios. Ayúdame a romper viejos patrones de pensar y actuar.
Padre, perdono a _______ por haberme lastimado. Lo/a libero de todo juicio para que tú puedas ministrar a sus necesidades más profundas. Decido obedecer a tu palabra que dice: «Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería, maledicencia y toda malicia».
Gracias, Señor, por haberme llamado a libertad y no esclavitud. Gracias por limpiarme de todo pecado. Seguiré en libertad, en el maravilloso nombre de Jesucristo. Amén».